[AF] a la cola del gasto sanitario
Eduardo Satue
e.satue.000 en recol.es
Lun Ago 9 18:13:21 CEST 2010
*Artículo publicado por Vicenç Navarro en Público, el 29 de julio de 2010*
*Este artículo señala que, en contra de lo que están diciendo voces
excesivamente complacientes, España se gasta en sanidad pública mucho
menos de lo que le corresponde por el nivel de desarrollo económico que
tiene (y ello a pesar de los avances que se han hecho en los últimos
años). El artículo señala posibles fuentes de financiación para cubrir
el déficit de gasto público sanitario, señalando que el énfasis
mediático en el copago ha ignorado otras alternativas que generarían más
fondos y serían más equitativas.*
Existe una visión excesivamente complaciente de la sanidad española que
señala que España se gasta ya en sanidad lo que le corresponde por su
nivel de riqueza. Los que sostienen tales tesis presentan los últimos
datos de la OCDE (el grupo de países más ricos del mundo) que muestran
que España se gasta un porcentaje de su PIB casi idéntico al del
promedio de los países de la OCDE. Este dato, sin embargo, es
desorientador y poco significativo. La OCDE es un grupo de países de
enorme diversidad en su nivel económico, incluyendo países como Méjico y
Chile, que tienen un PIB per cápita y un gasto sanitario muy bajo. De
ahí que el promedio sea relativamente bajo, lo cual nos da una buena
imagen, que es lo que desean quienes utilizan tal indicador.
El indicador más valioso para medir el grado de desarrollo de la sanidad
pública española es el gasto público sanitario por habitante,
comparándolo con el promedio de la UE-15, el grupo de países de la UE de
semejante nivel de desarrollo al nuestro. Y ahí sí que no hay razones
para la complacencia. Continuamos estando, junto con Grecia y Portugal,
a la cola de la UE-15. Si en lugar de tal indicador escogemos el gasto
público sanitario como porcentaje del PIB o el porcentaje de la
población adulta que trabaja en sanidad vemos que también estamos a la
cola de la UE-15.
Este bajo gasto público explica la polarización por clase social de la
sanidad española, de manera que el 30% de la población española (la de
renta superior) utiliza la sanidad privada, y el 70% restante, las
clases populares (la clase trabajadora y la mayoría de las clases
medias), utilizan los servicios públicos. Esta polarización de la
sanidad no es buena ni para las personas de rentas superiores ni para la
mayoría de la población, puesto que, aún cuando la privada sea, en
general, mejor que la pública en confort (una cama por habitación
hospitalaria, por ejemplo), tiempo de visita más largo y listas de
espera más cortas, y mejor trato personal, la pública es mucho mejor en
la calidad del personal y apoyo científico tecnológico que la sanidad
privada, con lo cual, si el lector cae enfermo de verdad, le aconsejo
que vaya a la pública, tal como hizo el Rey de España.
Lo que se requeriría sería una sanidad pública multiclasista que tuviera
el confort de la privada, manteniendo la calidad de la pública. Ahora
bien, para ello se necesita mucho más dinero. En realidad, la
subfinanciación de la sanidad pública se ha agravado como consecuencia
de la crisis, lo cual ha forzado a las autoridades públicas a considerar
varias opciones a fin de conseguir recursos para la sanidad pública.
Algo que debiera ya haberse hecho desde hace tiempo (y que estaba en los
programas electorales de los partidos de izquierda, incluyendo el PSOE)
era una mayor carga impositiva (y muy en especial de los sectores que se
han beneficiado más estos últimos años de la gran bonanza económica) que
conllevará mayores recursos al estado. Es escandaloso que mientras que
el porcentaje en impuestos que paga un trabajador de la manufactura en
España sea ya el 74% del que paga su homólogo sueco, el de un gran
empresario sea sólo el 38% de su equivalente sueco.
Otra medida que debería considerarse es el incremento de impuestos
finalistas sobre el tabaco y el alcohol, mucho más bajos que en el
promedio de la UE-15. Otra fuente de ingresos debería ser el pago que
las mutuas laborales controladas por la patronal tendrían que hacer a la
sanidad pública, con el fin de cubrir el coste de atender las
enfermedades laborales, que significan casi el 18% de todos los enfermos
hospitalizados. Las mutuas laborales (las entidades con mayores
beneficios en el mundo mutual) no pagan –como deberían- estos gastos. Si
lo hicieran, conseguirían unos ingresos al Estado considerables.
Los medios de información de mayor difusión han olvidado estas fuentes
de ingreso, centrándose en los copagos (y muy en particular, el copago
de 1 euro por visita, cantidad que se justifica frecuentemente como
medida disuasoria para reducir la demanda). Se asume erróneamente que el
usuario español abusa del sistema, tomando el elevado número de visitas
sanitarias por habitante (9 visitas) como ejemplo de este abuso (el
promedio de la UE-15 es de 6 visitas). Pero lo que no se dice es que, de
estas nueve visitas hay, al menos tres, que en otros países las atiende
o bien una enfermera o bien un administrativo, y que en España, en
cambio, las hace el médico. El médico está sobrecargado, pero ello no
quiere decir que el usuario abuse, pues en otros países, las enfermeras
tienen mayor responsabilidad y los médicos tienen mayor apoyo
administrativo. Las reformas del sistema, priorizando la atención
sanitaria comunitaria, como se está haciendo en Cataluña, es una manera
de disminuir la demanda. Por otra parte, los que generan la demanda que
ocasiona costes (farmacia, pruebas clínicas, intervenciones) no es el
usuario sino el médico.
En España ya existe el copago en farmacia y puede mejorarse en cuanto a
su equidad. Pero es erróneo centrarse en el copago a costa de las otras
intervenciones públicas más generadoras de recursos. Ello no niega la
importancia que el copago pueda tener para conseguir fondos para proveer
nuevos servicios (como podología u odontología) siempre que sus precios
sean regulados y que sean equitativos. Lo que no puede permitirse es que
continuemos a la cola de la UE-15 en gasto público. El riesgo de
privatización y de mantenimiento de la polarización pública-privada no
procede de los copagos sino de la desgravación de las mutuas sanitarias
privadas, lo cual, además de significar un coste al erario público
(cualquier desgravación es un subsidio público), incrementaría, todavía
más la polarización del sistema sanitario por clase social, lo cual
sería un gran error.
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